Mitterrand, Chirac, Giscard: mujeres, sexo y política

March 10, 2006

[Editado originalmente el 15.01.06]

Las mujeres irrumpieron en la política francesa durante los años 70, 80 y 90 del siglo pasado, siendo presidentes de la V República Valery Giscard d’Estaing, François Mitterrand y Jacques Chirac. La excelencia profesional, el militantismo político, la eficacia técnica y las relaciones íntimas, incluso sexuales, fueron los principales trampolines de esa pacífica e inconclusa ascensión social.

Durante las presidencias del general de Gaulle (1959-69) y Georges Pompidou (1969-74), apenas 4 mujeres ocuparon modestísimos cargos ministeriales. Durante la presidencia de Giscard d’Estaing, 9 mujeres ejercieron cargos políticos de importancia significativa. Durante el doble septenio de Mitterrand (1981-88 y 1988-95), fueron ministras 20 mujeres de izquierdas y 7 mujeres liberales o conservadoras. Durante el primero y su segundo mandato presidencial (1995-2002 y 2002 hasta hoy) fueron ministras 21 mujeres conservadoras y liberales y 14 mujeres socialistas.

Entre las mujeres políticas de la presidencia giscardiana destacaron dos personalidades muy fuera de lo común: Simone Veil, inspiradora de la Ley que lleva su nombre y despenalizó el aborto, primera presidenta del Parlamento europeo y reciente premio Príncipe de Asturias; y Françoise Giroud, una periodista excepcional. Giscard fue el primer político francés que percibió la importancia histórica de los movimientos feministas de los años 60 y 70 del siglo pasado, y pronto hizo campaña a su moderado favor.

De las relaciones de Giscard con las mujeres se han insinuado muchas cosas. Es leyenda una celebración nocturna, en coche, de su llegada al Elíseo. Y se ha llegado a escribir que fue padre del hijo de un antigua jefa de prensa, eurodiputada, más tarde. Son famosas algunas de sus frases más o menos íntimas sobre la belleza de las piernas de una de sus ministras, Alice Saunier-Séité, que, en su día, pudieron ruborizar profundamente a su esposa y al marido de su ministra.

De las relaciones de Chirac con las mujeres existe ya una bibliografía y rumorología muy extensa. Fue Bernadette, la esposa del presidente, la primera en revelar públicamente las tentaciones mujeriegas del joven y maduro Chirac, que fue un hombre que tuvo mucho éxito entre mujeres de la más diversa condición. Se le ha prestado una larga aventura sentimental con una célebre estrella cinematográfica italiana. Y se han contado infinitas anécdotas sobre su gula y aficiones carnales, indisociables, en muchos casos, de los pasillos del poder.

Sin embargo, en el terreno de la política, la presidencia Chirac marca el apogeo definitivo de la profesionalización femenina de la política, cuyo mejor ejemplo quizá sea el de Michéle-Alliot-Marie, actual ministra de la defensa, que ha escalado todos los peldaños de la política municipal, local, regional, nacional y gubernamental, con aspiraciones presidenciales, sin ceder nunca en su fidelidad sin tacha hacia su mentor y antiguo amigo de su padre, que fue durante muchos años alcalde de Biarritz.

De las relaciones de Mitterrand con las mujeres se ha escrito mucho y se ha rumoreado hasta el infinito. Mitterrand fue un joven católico, muy conservador, anticomunista visceral, muy enamoradizo. De hecho la gran correspondencia amorosa del presidente difunto permanece inédita. Se trata de unas 2000 cartas que Mitterrand dirigió a Marie-Louise Terrase, una adolescente de la que estuvo perdidamente enamorado antes de a segunda guerra mundial. Los mejores conocedores íntimos de esa historia estiman que se trata de un documento significativo, para comprender las múltiples facetas del apasionamiento de Mitterrand por las mujeres.

Tras las aventuras nada gloriosas de la ocupación nazi, cuando Mitterrand llegó a ser condecorado por el gobierno de Mariscal Petain, en Vichy, antes de participar muy confusamente en una resistencia que solo ha dejado huellas confusas, el futuro presidente de la República se casó por lo civil y en una iglesia con la hija de un amigo, una joven pizpireta, Danielle Gouze. Mitterrand era, por entonces, a juzgar por las fotos de época, un hombre alto, deportivo, que vestía con mucha elegancia y tenía unos modales de seductor con mucho mundo.

De la agonía de la IV República, entre la inmediata posguerra y 1958, quedan muchas historias mal exploradas de relaciones más o menos amistosas con mujeres casi siempre relacionadas con las artes y la cultura. Durante esa época, Mitterrand fue ministro conservador, tímidamente liberal, en muchas ocasiones. Sus imágenes de ministro de justicia, afirmando que “Argelia es Francia”, vestido con empaque aristocrático, toman un toque libertino cuando los fotógrafos lo sorprenden contemplando con mucha audacia a la jovencísima Brigitte Bardot, con ávida mirada de gran predador.

Con la llegada al poder del general de Gaulle (1958) comenzó para Mitterrand una larga travesía del desierto que duraría trece largos años, hasta el congreso socialista de Epinay (1971), que consumó al mismo tiempo su “conversión” al socialismo, su conquista del PS y su estrategia del unión de la izquierda, finalmente victoriosa, en 1981. Durante esos diez años de larga marcha hacia el poder supremo, Mitterrand se rodeó a un sólido “gineceo” de mujeres socialistas, consagradas a su causa personal. De ese “vivero” saldrá la generación femenina (entre 40 y 50 años) que acompañó a Mitterand durante su primer septenio. Todas eran militantes fervorosas, curtidas en la guerra ideológica permanente. Ninguna llegó a destacar más allá de la corte mitterrandiana.

La que llegó más lejos, Edith Cresson, fue efímera primera ministra (la primera, en la historia de Francia) durante once meses (mayo 1991 – abril 1992). Catherine Lalumiere llegaría al Consejo de Europa. Muchas otras, fueron honradas ministras, como Nicole Questiaux, Yvette Roudy y Georgina Dufoix, pronto caídas o abandonadas en el fragor de la guerra política sin cuartel. La segunda generación de mujeres políticas, próximas a Mitterrand, es la que hoy ocupa puestos eminentes en el PS, se inició en política entre el primero y el segundo mandato presidencial. La más célebre de todas, hoy, Ségolène Royal, es la compañera de François Hollande, primer secretario del PS, y aspira a la jefatura del Estado. Pero hay muchas otras, jóvenes (relativamente) y no menos ambiciosas, como Martiny Aubry (hija de Jacques Delors) o Elizabeth Gigou.

Conquistado el Elíseo (1981), Mitterrand se rodeó de mujeres políticas. Y cultivó una corte personal, en la sombra. Durante casi veinte años, el presidente tuvo dos mujeres, oficial y oficiosa, viviendo una en el Elíseo y la otra a quinientos metros de distancia, sin encontrase nunca, oficialmente. Al mismo tiempo, hubo otras mujeres: el poder supremo tiene un poderoso atractivo erótico, carnal. Y, bien pasados los sesenta años, Mitterrand estaba “acosado” por una nube de señoras y señoritas dispuestas concederle sus favores.

Quienes cubrimos algunas campañas electorales de Mitterrand podemos contar con que paso y sonrisa sibilina se dirigía el candidato o presidente a las jóvenes colegas que bebían sus palabras con un apetito mucho más que puramente profesional. Es famosa la historia de una colega sueca que acompañó a Mitterrand en muchos desplazamientos y terminó por ser madre de un hijo cuyo padre pudo ser el todavía candidato a la presidencia.

Entre todas las mujeres políticas e íntimas de Mitterrand, Danielle, la esposa, y Anne Pingeot -la madre de Mazarine, la hija oculta durante casi veinte años- ocupan un lugar a todas luces excepcional.

Danielle Gouze – Mitterrand fue la esposa fiel y cómplice. La madre de sus hijos. Quizá siempre supo que su esposo era un mujeriego empedernido. Pero lo amaba y lo amó hasta el final. Y decidió callar y sufrir en solitario, resignada y victoriosa, a su manera.

Anne Pingeot fue la amante instalada en un palacio republicano, atendida personalmente por un amigo íntimo de Mitterrand que terminó por pegarse un tiro en el Elíseo. Hay quienes piensan que Anne Pingeot, conservadora jefe del Museo d’Orsay, durante unos años, fue la secreta inspiradora de la pirámide del Louvre. Ella fue la confidente y la compañera íntima más fiel, la madre de su hija, Mazarine, que se educó en el secreto, hasta que su existencia -secreto a voces- fue revelada por Paris-Match, en 1994, un año antes de la salida del Elíseo y del fin.

Ambas familias, la oficial, con Danielle Gouze, y la oficiosa, con Anne Pingeot, se reunieron por vez primera ante la tumba del difunto presidente, el mes de enero de 1996. Se trataba de una primicia histórica. Por vez primera, en la historia política de Francia, la esposa y la amante de un jefe del Estado se reunían, con sus hijos, ante la tumba del patriarca.

Danielle Gouze – Mitterrand y Anne Pingeot se conocieron y respetaron, sin poder intimar. La hija y los hijos de Mitterrand se conocieron, dialogaron y siguieron caminos distintos. Mazarine Pingeot – Mitterrand ha sido madre recientemente. En verdad, casi todas las mujeres que trataron de cerca a Mitterrand, de Margerite Duras a la astróloga Elisabeth Tessier, de Françoise Sagan a Christina Forsne -la periodista sueca con la que sostuvo una tórrida relación carnal, en la senectud- han dejado testimonio de respeto y cariño. Ellas lo conocieron en una intimidad muy alejada del fragor de la política.

4 Responses to “Mitterrand, Chirac, Giscard: mujeres, sexo y política”


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